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miércoles, 29 de enero de 2014

La montaña.

Llamadas de invierno. Recuerdos que se pierden y se encuentran cuando uno menos lo espera. Memorias  de tiempos que se supone han sido mejores. Aquí en este aislamiento natural donde uno puede apreciar la verdadera duración de un día entero, el tiempo parece detenerse y  la mente viaja sin prisas; la alta montaña con sus secretos y bellezas son mis únicas acompañantes, es necesario de vez en cuando escuchar el eco de mi voz para saber que aún existo. Pienso en aquella mañana en que caminábamos bien temprano por las calles del centro de nuestra atormentada ciudad llena de vagabundos, atestada de  basura del día anterior que nadie quería recoger,  y juntos atravesamos las húmedas calles esquivando a las putas que estoicamente soportaban el frío de la mañana con sus faldas cortas, mientras los policías nos miraban y nada nos importaba. Ahí estábamos  tu y yo tomados de la mano, sin rumbo ni prisas, invirtiendo nuestro tiempo en amarnos, o al menos eso creíamos; nuestra historia estaba en su mejor momento, en ese justo instante en que todo parece ir para arriba y hasta esas canciones de Kula Shaker que se escuchaban a lo lejos y que decías no entender cuando te las había echo escuchar en mi pequeño cuarto unos meses atrás, ahora te parecían lindas. Eso es el amor, mentirte a ti mismo en beneficio del ser amado. O en contra de tu soledad.
Ahora vivo aislado, física y espiritualmente deshecho, (¡ah! Cómo me gustaría estar en este momento junto a alguna chica de carácter alocado y por lo menos alejar de mis soledades a mi cuerpo humano y pecador) y uno es capaz de acostumbrarse a todo, lo compruebo cada día y peor aún, cada noche en que el viento implacable me recuerda que no estoy solo, que estoy en este mundo de paso y que el día en que ella quiera ( la montaña) me puede hacer desaparecer sin que yo pueda siquiera defenderme. Nadie me obligo a venir aquí, lo hice porque pensé que era lo mejor, quiero alejarme del mundo y de los asesinos y asesinas de espíritu, de los comedores de sangre disfrazados de almas benefactoras, ¡oh Dios! Que tonto debo de verme sentado aquí escribiendo en lo alto de esta silenciosa montaña, lejos del mundo real, escondido en una madriguera cercana al cielo, escapando de todos y de ninguno; aceptando que mi verdadero perseguidor soy yo mismo, y un día atrapará al cobarde escritor de histórias sin leer en que puedo llegar a convertirme si no me decido bajar a tierra lo más pronto posible.

Tierra y ciudad, soledad y miedo.El centro luminoso de la vida yace en la tierra, no en los aires ni en el cielo. Llevo meses huyendo, evitando tu mirada y tu sombra, pero soportando tu recuerdo a cada momento, debo enfrentarte y salir al mundo, los dias nunca son iguales, y aunque aquí parece que no, el tiempo no ha dejado de correr y está en mi contra.

Preparo algunas cosas, el día recien comenzó. Pude escribir unas palabras, no lo pienso mucho, no creo que hoy neve, es mejor decirle adiós a mi montaña y seguir viviendo, porque el tiempo es implacable y cuando el final llegué, aquí o en la tierra, ni a tí ni a nadie le deberá importar, la vida es una y se vive o se duerme, y ya llevo mucho tiempo dormido...

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