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miércoles, 20 de noviembre de 2013

JUEGO FINAL





Cierra los ojos queriendo huir del terrible momento que esta pasando, le han dicho que lo más recomendable en su caso es recordar el momento más lindo que haya pasado en  su vida, y entre todos sus recuerdos escoge la primera vez que fue al estadio de fútbol con su padre. Nunca sintió una emoción igual a aquella tarde de sábado cuando (y por haber aprobado de manera satisfactoria el cuarto grado de primaria) fue premiado yendo a ver a su equipo de futbol jugar el clásico de su ciudad.

El estadio, la cancha, la gente, los jugadores, todo le parecía imponente, enorme, inalcanzable; las banderas agitándose, los gritos, las groserías que decían los mayores (palabras que nunca había escuchado) no lo asustaban: lo emocionaban. Nunca se había sentido tan vivo y feliz, el resultado del juego fue lo de menos, nunca se había sentido tan cercano a su padre como aquella tarde futbolera, obviamente ese día había decidido  convertirse en futbolista y volverse un héroe cómo aquellos que corrían sin parar batiéndose con valentía ante  el enemigo en la cancha de futbol; tenía decidido su futuro, y nada ni nadie le impedirían cumplir su sueño.

Mucho tiempo pasó desde aquella tarde inolvidable, y su vida sería muy diferente, tan diferente que entre sus planes nunca había considerado que por más que se esforzara jamás cambiaría el hecho de tener “dos pies izquierdos”, ni que la pelota nunca iba donde el quería, y que siempre había alguien que jugaba mejor que él. Ese sueño (el de ser futbolista) y muchos más se le fueron rompiendo uno a uno, jamás pudo zafarse de su entorno y el signo de su origen le devoró la existencia, matando a aquel niño ilusionado convirtiéndolo en un hombre resentido sobreviviendo día a día, durmiendo sin soñar, soñando en el día de jamás despertar.                                                                    

En un mal día, (de esos días que sólo le ocurren a los pobres sin suerte), cometió el más grande error que pudo cometer (algo así como errar un penal en una final de copa del mundo). Ese error terminó de romperle la vida y ahora se encontraba en la más absoluta soledad, en esa soledad que carcome el alma, que destruye los recuerdos, con los años desperdiciados sin razón, con el miedo recorriéndolo, inundándolo en un sudor frío espantoso, desconocido, prisionero de la vida que lo excluyó desde niño. El tiempo no para nunca, y esta vez no iba a ser la excepción.

Ese día por la mañana había recibido la noticia de que le permitirían ver la final del  torneo; después de muchos años su equipo estaba a punto de salir campeón, por nada del mundo podría perdérselo, y menos en ese día tan especial para él. 





Cinco minutos antes de comenzar el partido llegaron e instalaron una pequeña televisión en blanco y negro, con eso era suficiente, no deseaba nada más,  miraba el juego con la misma emoción de la primera vez, la ilusión de ganar,  de olvidar por un par de horas cualquier cosa por más horrible que sea, de sentirse libre y jugar desde su celda, ganar o perder, matar o morir.

Termina el partido, todo en la vida se termina, y había llegado la hora. Recién terminado el juego, y con una sonrisa de satisfacción en su rostro, se siente preparado, recibe a sus verdugos con los brazos abiertos…

No había nada más que hacer, ya no tenía miedo, irónicamente y después de tantos años su equipo salió campeón y en ese momento era lo único que importaba, quizá eso fue siempre lo único que le importó.

 Camina con dignidad ese largo túnel, imagina que esta saliendo a la cancha, es el centro de atención, se siente un héroe, al final vive su sueño, todos vienen a mirarlo, los confunde con hinchas…la horca lo espera.

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