Escribo con la desesperación del escritor con la
mente en blanco, el terror a la hoja vacía, muerta, las palabras en el aire sin
poderlas aterrizar; ideas vagas y lejanas que no alcanzan a estructurar una
idea clara sobre ninguna cosa. Las miles de inseguridades se aparecen como
fantasmas vengativos empecinados en entrar en el cerebro y convencerte que eres
incapaz, que es inútil seguir intentándolo, que todo se ha contado ya, y que no hay manera de reinventarse,
que sería mejor desistir y rendirse, bajar la guardia de una buena vez y salvar
el alma a la manera tradicional. La luz que emana de un foco agonizante es
suficiente para iluminarme junto a la espeluznante hoja sin palabras. Un vaso
lleno de ron con coca-cola me acompaña, sigo el mito de mis héroes, debería ser
capaz de escribir algo digno en esta situación, busco en mis recuerdos tratando
de rescatar algo; una imagen, una idea, un suspiro, la sonrisa de alguna musa
del pasado, las huellas de caminos andados, cualquier cosa me serviría para
vencer a esta hoja vacía. La música me reta, “debo” escribir una idea antes que
acabe cada canción. El problema es que las canciones de Charly García no son
largas y siempre me quedo a la mitad, o al comienzo, o simplemente termino cantando olvidándome por completo que
quiero ser escritor, y que para conseguirlo debo vencer cada hoja en blanco que
se me presente en la vida. Hasta el momento todo es inútil, la hoja me gana por
goleada y cierro los ojos y aprieto los puños evocando la desesperación y la
angustia que me provoca siempre la gente común que camina presurosa el mismo
camino todas las mañanas sin abrir los ojos, como aquellos ciegos de la
historia de Saramago que ya estaban ciegos antes de estarlo y el miedo de convertirme en un ciego más hace que mis dedos se muevan como autómatas,
y mi mente y mi corazón se conecten como en las noches luminosas en que mirando
las primeras luces de un nuevo día terminaba alguna historia con la soberbia
convicción de haber escrito “eso” que el mundo estaba esperando para detenerse
y comenzar a girar al revés y cambiar el sentido de todas cosas existentes y
por existir. Si, daría lo que fuera por terminar de asesinar esta maldita hoja
en blanco con el último trago a mi ron, y con la última estrella de la noche
extinguiéndose ante los rayos del sol, convencido que gracias a mi el nuevo día
será distinto y que mis palabras provocaran salvarán a este mundo del
precipicio al que se acerca día a día.. Mis dedos y mis ojos van y vienen, las
teclas danzan una tras otra, en códigos que lucho porque sean descifrables y
reivindiquen aunque sea por un momento mi existencia muchas veces devastada por
mis propios planes saboteadores que (eso sí) nunca suelen fallar. El principal
enemigo del ser humano es aquel desconocido que todos tenemos dentro y que
vemos cada vez que estamos frente a un
espejo. Y sin darme cuenta poco a poco tomo fuerza y voy matando a mi
querida hoja que dejando de existir me maldice, porque sabe que he vencido de
nuevo, que lo he conseguido otra vez.
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